1. El auténtico liderazgo debe basarse en una verdadera antropología, que englobe a su vez la aretología o ciencia de las virtudes.
La virtud es un hábito de la mente, la voluntad y el corazón que nos permite alcanzar la excelencia y la eficacia personal. El liderazgo está intrínsecamente ligado a la virtud. Primero porque la virtud fomenta la confianza (condición sine qua non del liderazgo); y también porque la virtud, que viene del latín virtus («fuerza» o «poder»), es una fuerza dinámica que aumenta la capacidad del líder para actuar. La virtud le permite al líder hacer lo que la gente espera de él.
2. La magnanimidad y la humildad fraterna, que son principalmente virtudes del corazón, constituyen la esencia del liderazgo.
La magnanimidad es el hábito de luchar por grandes ideales. Los líderes son magnánimos en sus sueños, sus visiones y su sentido de misión, pero también en su capacidad para desafiarse a sí mismos y a aquellos que les rodean. La humildad es el hábito de servir a los demás, e implica tirar de ellos, más que empujarles, enseñar más que ordenar, e inspirar más que reprender. Así, en el liderazgo se trata menos de hacer demostraciones de poder que de dar poder a los demás. Practicar la humildad es conseguir acentuar la grandeza que hay en otras personas y darles la capacidad de descubrir su potencial humano. En este sentido, los líderes son siempre profesores o padres, y sus «seguidores» son aquellos a quienes sirven. La magnanimidad y la humildad son virtudes «específicas» de los líderes, y juntas constituyen la «esencia» del liderazgo.
3. Las virtudes de la prudencia (sabiduría práctica), la fortaleza, la templanza y la justicia, que son principalmente virtudes de la mente y de la voluntad, constituyen la base del liderazgo.
La prudencia aumenta la habilidad del líder para tomar las decisiones adecuadas; la fortaleza le permite no cesar en el empeño y resistir a todo tipo de presiones; la templanza subordina las emociones y las pasiones al espíritu y reconduce su energía vital hacia el cumplimiento de esa misión; y la justicia le impulsa a dar a cada cual lo que se merece. Si estas cuatro virtudes, las llamadas cardinales, no constituyen la esencia del liderazgo, sí son los cimientos. Sin ellas, el liderazgo no sería posible.
4. La humildad fundamental (autoconocimiento) constituye la base del fundamento del liderazgo,
Hay una virtud que es aún más fundamental que las cuatro virtudes cardinales. Esta virtud es la humildad fundamental. Esa humildad fundamental no es el hábito de servir a los demás (lo que sería la humildad fraternal), sino el hábito de vivir de acuerdo a la verdad sobre uno mismo. Este aspecto de la humildad como autoconocimiento, constituye la base del fundamento del liderazgo, al igual que la humildad fraternal, junto a la magnanimidad, constituye la esencia del liderazgo.
5. Los líderes no nacen, se hacen.
La virtud es un hábito que se adquiere con la práctica. El liderazgo es una cuestión de carácter (virtud, libertad, desarrollo) y no de temperamento (biología, condicionamiento, estancamiento). El temperamento puede favorecer el desarrollo de algunas virtudes e impedir el de otras, pero llega un momento en el que el líder impone tanto su carácter a su temperamento que éste deja de dominarle. Dicho temperamento no es un obstáculo para el liderazgo, mientras que sí lo es la falta de carácter (esto es, la energía moral que evita que nos convirtamos en esclavos de nuestra biología).
6. Todos estamos llamados al liderazgo.
El líder no lidera por medio de “potéstas”, o lo que es lo mismo, el poder inherente a su oficio o la función que tiene. Lidera gracias a la “auctóritas”, que procede del carácter. El liderazgo no es una cuestión de su ránking o posición en lo alto de la pirámide. El liderazgo es una manera de ser, que puede ser vivido por todas las personas, independientemente de su posición en la sociedad, o en una determinada organización.
7. Líderes de corazón, entendimiento y voluntad.
Para crecer en virtud es necesario: 1) contemplar la virtud, para percibir su belleza inherente, y desearla ardientemente (papel del corazón); 2) discernir en cada situación la acción virtuosa que debe ser llevada a cabo (papel del entendimiento); 3) actuar virtuosamente (papel de la voluntad).
8. Los líderes buscan la virtud para lograr la excelencia humana, y llegar a ser seres humanos efectivos
Virtud significa la excelencia del ser (aretē, en Griego) y efectividad en la acción (virtus, en Latín). Nuestra efectividad personal depende de nuestra excelencia humana.
9. Los líderes practican la ética de las virtudes, más que una ética basada en reglas.
La ética de las virtudes no niega la validez de las reglas, pero afirma que la esencia de la ética es algo distinto. Las reglas deben servir a la virtud. La ética de la virtud subyace a la creatividad del líder y hace que ésta prospere, mientras que la ética basada en reglas mata la creatividad.
10. Los líderes no son ni escépticos ni cínicos; son realistas.
Practicando las virtudes, los líderes maduran en sus juicios, emociones y comportamiento. Señales de madurez son la autoconfianza, la coherencia, la estabilidad psicológica, la alegría, el optimismo, la naturalidad, la libertad y la responsabilidad, y la paz interior. Los líderes no son ni escépticos ni cínicos; son realistas. El realismo es la capacidad de abrazar grandes ideales del espíritu, a pesar de las propias debilidades. Los realistas no se rinden ante la debilidad; la superan practicando las virtudes.